
A instancias de las tecnologías, se ha potenciado la globalización lo que ha eliminado la distancia del espacio cultural, generando una acumulación de prácticas y contenidos (Han, 2019), o dicho de otro modo, “los contenidos culturales, heterogéneos se amontonan unos con otros” (p. 22).
Esta idea de hipercultura está dentro de la naturaleza híbrida, que forma parte de la condición humana y es una “fuerza que conecta culturas. Produce nuevas formas (mezcladas)” (Han, 2019, p. 34).
Coincide Han con Deleuze y Guattari (2002) en la idea del rizoma, porque “la hipercultura, en tanto cultura desinteriorizada, desenraizada, desespacializada, se comporta rizomáticamente en aspectos diversos” (Han, 2019, p. 45). Esto también incluye las relaciones de poder, ya que existen conexiones entre eslabones semióticos, como organizaciones de poder o circunstancias de arte, ciencias o luchas sociales.
La hibridación se puede apreciar, como ejemplifica Uribe (2020), en programas computacionales avanzados para realizar bocetos o dibujos; en escritores que usan máquinas de escribir, pero difunden sus obras vía internet; y en prácticas alteran la intención original del diseño de un artefacto: “usar partes de un móvil para crear sensores, convertir un computador portátil en un servidor o usar tecnologías pensadas en principio para la comunicación como herramientas políticas y para el ejercicio ciudadano” (p.120).
Sobre los efectos de las tecnologías en la visibilidad, el filósofo sucoreano Byung Chul Han (2018), en El enjambre, advierte que “la sociedad de la transparencia está cerca estructuralmente de la sociedad de la vigilancia. Donde las informaciones pueden obtenerse con gran facilidad y rapidez, el sistema social de la confianza pasa al control y a la transparencia” (Han, 2018, p.99). Efectivamente, algunos de los efectos de tal transparencia es el peligro de vulneración de la privacidad e intimidad (Cano-Orón, y Llorca-Abad, 2018).